El enigmático Unabomber: una mente superior a Einstein, perseguida por el FBI y decidida a matar

Durante 17 años llevó a cabo 16 ataques con cartas bomba, cobrando la vida de 3 personas e hiriendo a otras 23. Para poner fin a los ataques, exigió que los dos principales medios de comunicación divulgaran su manifiesto. El 10 de septiembre, hace 25 años, el Washington Post y el New York Times lo publicaron. La frustración por no lograr crear una bomba mortal, su vida como ermitaño y su caída.

Cuando Theodore John Kaczynski asistía a la escuela primaria, descubrieron que su coeficiente intelectual era de 167.3 puntos, siete puntos más alto que Albert Einstein, Charles Darwin, Stephen Hawking y Bill Gates. Una persona promedio tiene entre 90 y 110 puntos. No es sorprendente que este hombre, nacido el 22 de mayo de 1942 en Chicago, Illinois, haya adquirido un vasto conocimiento: es filósofo y matemático. Sin embargo, la enorme desventaja de tener una mente brillante lo llevó al abismo. Además de esos títulos, Ted obtuvo los de asesino y terrorista. Hijo de Theodore Richard y Wanda Dombek, segunda generación de inmigrantes polacos, ellos veían en él un futuro brillante debido a su inteligencia, lo que hizo que pasara del quinto al séptimo grado sin trámites en el Colegio Evergreen Park Central. Lo que para sus padres era un premio, para Ted fue un puñal que dañó su vida para siempre. Cuando fue juzgado por sus crímenes, confesó ante el tribunal que a partir de ese momento, sus compañeros mayores oscilaron entre el acoso y la indiferencia. La semilla del mal había sido sembrada.

Las matemáticas siempre le parecieron demasiado fáciles, se aburría. Pasó a un nivel superior y se graduó dos años antes que sus compañeros. Siempre fue el extraño… el bicho raro. A los 16 años ya estaba en la meca: Harvard. Y fue el primero en el curso de Lógica dictado por el famoso profesor Willard Quine: Ted obtuvo una calificación de 98.9 sobre 100… Fue reclutado para un proyecto financiado por la CIA llamado MK Ultra. Disfrazado como un curso de Filosofía, sometía a los estudiantes a un intenso bombardeo psicológico: atados a sus sillas, rodeados de espejos y expuestos a potentes focos de luz, debían responder a una serie de preguntas. Todo era grabado en video y audio, y luego se les hacía revivir el episodio para enfrentar su ira… y comprobar su estado emocional. Una crueldad de la que Ted salió aparentemente ileso. Informe final: “Emocionalmente estable”. Pero dejó una huella profunda en él. Poco después, en la Universidad de Michigan, obtuvo un doctorado en Matemáticas y se convirtió en profesor asistente en la Universidad de California (Berkeley) en 1967, a la edad de 25 años.

Sin embargo, dos años después dio un giro decisivo. Renunció a su puesto. En 1971 se mudó a una pequeña cabaña, diseñada por él mismo, sin luz ni agua corriente, en lo más profundo de un bosque en Lincoln, Montana. Para Ted siempre fue difícil relacionarse con los demás, y en ese punto alcanzó su objetivo: aprendió técnicas de supervivencia, viviendo como un explorador solitario y perdido en medio de la nada, para lograr la autosuficiencia. Vivir de la caza y la pesca… Ya había escrito, entre otros ensayos, “La sociedad industrial y su futuro”, una visión apocalíptica del mundo moderno y su futuro basada en la idea de que el desarrollo tecnológico no libera al hombre, lo encarcela, lo somete, lo esclaviza. Y lo firmó como Freedom Club. La idea no era nueva. En 1936, Charles Chaplin filmó “Tiempos Modernos”, expresando lo mismo con genio, drama y humor…

La primera bomba llegó en mayo de 1978. Estaba oculta en un paquete con apariencia y remitente normales: un envío común que se entrega miles de veces al día en todo el mundo. El destinatario era Buckley Crist, profesor de Ingeniería de Materiales de la Universidad Northwestern, Illinois. Sin embargo, quien abrió el paquete fue un guardia de seguridad. La explosión sacudió la sala de profesores. Crist salió ileso. El guardia, Terry Marker, resultó herido y quemado, pero sobrevivió. Desde ese día, entre 1978 y 1995, durante diecisiete años de misterio y desconcierto, llegaron otras dieciséis bombas a destinos diversos, pero con preferencia por universidades y aerolíneas. El saldo: tres muertos y veintitrés heridos. La primera bomba era un tubo de metal de 2.5 centímetros de diámetro y 23 centímetros de largo, cargado con pólvora. La caja y sus cierres, hechos a mano en madera. El detonador era un clavo tensado con bandas de goma, listo para encender seis cerillas y la pólvora una vez que se abriera la caja.

Era una bomba casera primitiva. Las siguientes fueron mejoradas con baterías y un filamento caliente para provocar una ignición más rápida y sin fallas.

Mientras el FBI (Federal Bureau of Investigation) se esforzaba y gastaba grandes sumas de dinero tratando de identificar al criminal conocido como UNABOMB, que significa “Terrorista de Universidades y Aerolíneas”, después convertido en Unabomber por los medios de comunicación, el autor envió una carta a The New York Times el 24 de abril de 1995. Prometía “cesar el terrorismo” si ese diario o The Washington Post publicaban su tesis sobre la sociedad industrial y su futuro.

En 1979, la situación empeoró. Unabomber colocó una bomba en el equipaje del vuelo 444 de American Airlines, un Boeing 727 que iba de Chicago a Washington. El artefacto comenzó a humear y el piloto tuvo que aterrizar de emergencia. No explotó porque falló su mecanismo detonador, pero los expertos informaron que tenía suficiente potencia como para devastar el avión.

La primera tarea del FBI fue elaborar un perfil del terrorista. El primer informe lo describía como un hombre joven, posiblemente mecánico de aviones. Pero, cuando la investigación se estancó, intervino el agente James Fitzgerald, un experto en análisis de comportamiento criminal. A pesar de que el comité insistía en mantener el perfil original, Fitz (como se le llamaba) desechó esa teoría después de meses de minucioso trabajo con los textos del terrorista: sus peculiaridades, sus errores gramaticales y las similitudes entre el lenguaje del ensayo sobre el desarrollo industrial y los mensajes. Fue un arduo trabajo que lo llevó a otro perfil: un hombre de 50 años, educación universitaria e inteligencia superior. Este perfil se confirmó en 1995, cuando Unabomber escribió una carta a The New York Times proponiendo un trato: la publicación de su ensayo sobre los peligros del desarrollo industrial a cambio de detener el envío de bombas. Después de muchas dudas y discusiones, tanto el FBI como el periódico aceptaron el trato. Tal vez alguien, al leer ese trabajo que parecía ser la gran obsesión del terrorista, podría identificarlo por su estilo o algún detalle.

Fue un caos. Se recibieron miles de llamadas de personas que creían conocer a Unabomber. Se acumularon miles de sospechosos. Pero Fitz ubicó a David Kaczynski, el hermano de Ted, y este lo reconoció por varios signos distintivos. Uno de ellos era la frase: “No puedes comerte una tarta… y seguir teniéndola”, típica de Ted.

El resto fue fácil. David indicó la ubicación de la cabaña, Ted fue arrestado por agentes del FBI y dentro encontraron su diario y un cuaderno en el que el matemático describía su técnica para fabricar bombas. Después de un largo juicio, la sentencia parecía inevitable: pena de muerte en la silla eléctrica. Sin embargo, informes médicos (que sugerían esquizofrenia) y los esfuerzos de David, su hermano, llevaron a ocho condenas a cadena perpetua en aislamiento.

Desde entonces y hasta hoy, Ted, el Unabomber que aterrorizó a su país durante años (¿Cuándo y dónde explotará la próxima bomba?), se encuentra en la ADX Florence, una prisión federal de máxima seguridad en el estado de Colorado. Ahora tiene 78 años. Sigue enviando y recibiendo cartas. Casi todas tratan sobre su manifiesto contra el avance de la tecnología. Esta correspondencia y sus nuevos escritos están archivados en la Universidad de Michigan bajo el nombre de The Labadie Collection.

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